jueves, 17 de marzo de 2011

TIEMPO QUE DURA EL PELIGRO DE CONTAGIO POR RADIACION

Los elementos radiactivos que son lanzados a la atmósfera, en especial el cesio 137 y el yodo 131, emiten rayos gamma y partículas Alfa y Beta de una intensidad devastadora para el tejido humano. Esos rayos agujerean y cortan el ADN (código genético) de las células y destruye su ciclo reproductor, que, en una situación sana, debe incluir el envejecimiento y la renovación de los tejidos. Las células irradiadas mutan e inician una reproducción infinita de sí mismas, prescindiendo de su muerte: dan lugar a tumores cancerosos que invaden el órgano donde surgen y avanzan, inmortales, hacia el resto del cuerpo. La velocidad con que sucede esa destrucción depende de la radiación recibida. Las explosiones nucleares en Hiroshima y Nagasaki (Japón), de 1945, causaron leucemias masivas en la población irradiada a partir de 1950. Una década más tarde, surgieron los tumores sólidos y las malformaciones fetales, que aún persisten. La población de ambas ciudades japonesas es objeto de permanente estudio científico.


Catalunya, España y el resto de Europa aún reciben a diario una pequeña dosis radiactiva procedente de la central de Chernóbil, en Ucrania. El núcleo del reactor de esa instalación explotó en 1986 lanzando al ambiente una masa de radioelementos que siguen dando vueltas a la Tierra, contaminando todo lo que tocan. «Son dosis muy débiles, pero persistentes, que se mezclan con la tierra y de ahí pasan a cosechas, aguas y personas», explica Elisabeth Cardis, epidemióloga, que durante 20 años ha dirigido el Grupo de Radiación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), con sede en Lyón (Francia). Cardis, que ahora ejerce en el Centre de Recerca en Epidemiologia Ambiental, de la Generalitat, insiste en diferenciar la deficiente estructura nuclear de Chernóbil, cuyo accidente ha investigado intensamente, de las medidas de seguridad -«muy superiores»- de las centrales atómicas japonesas.

En cualquier caso, dice la científica, las consecuencias que suceden a una fuga de elementos radiactivos, ya sea por una explosión accidental o por un acto intencionado, permanecen en la tierra durante un tiempo difícil de calcular, que algunas voces sitúan en «cientos de años».

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